Así que le pregunté:
-Si me cayera ahora al agua, ¿irías detrás?
-De cabeza.
-Aunque hubiera tiburones?
-Aunque hubiera tiburones.
-Aunque hubiera orcas asesinas?
-Aunque hubiera orcas asesinas.
No me debieron de resultar del todo satisfactorias sus respuestas, de modo que pensé un rato y volví a la carga.
-Y si alguien me secuestrara y solo me liberara con la condición de que contaras TODOS los granos de arena de esa playa, ¿lo harías?
-Los contaría.
-¿Todos?
-Uno a uno.
-¿Aunque tardaras un montón de tiempo?
-Aunque me llevara toda la vida. Entonces ya me quedé tranquila.

-Fragmento del libro El guardián entre el centeno.





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